Dirigida por Darren Bousman, escrita por él junto con Leigh Whannell, con la actuación de Tobin Bell, Shawnee Smith, Donnie Wahlberg y Erik Knudsen.

Hoy comenzaré a escribir acerca de esta saga que ya llega a la tercera de sus obras. Es una historia que nace de la nada y encuentra muchas manifestaciones que logran hacer que el espectador viva cada una de las escenas desde atrás de la barrera. Pocas personas logran encontrar la belleza de esta cinta, pero quienes lo hacemos, sabemos que es muy valiosa. Cuando veo películas de este estilo (si es que hay uno sólo), descubro con facilidad muchas cosas y esta vez no fue la excepción. Sabía quién era el cerebro de todo y cuando se develó el misterio, sonreí. Quizá por la empatía que me causaron los hechos.

No es una película para ver a la ligera. Puede alimentar el morbo de algunos, causar desprecio en otros y sin embargo, gusta demasiado. El ser humano enfrentándose a sus miedos y descubriendo que somos nosotros mismos los jueces más implacables. Es una de las grandes fortalezas de esta cinta. Hay dos momentos magnos en la película, que anteceden al mismo final y elevan la expectativa a límites francamente lejanos.

Imagino que algunas personas se han puesto en la posición de las víctimas y algunas otras en la posición del verdugo. Sea cuál sea la posición, han de saber que tenemos todo de ambos, sólo que algunas veces nos engañamos y creemos que somos parte de un estado. Es lo más incierto, lo más metódico. No hay más que la supervivencia. Esta cinta muestra la definición de la supervivencia infectando con su veneno la banalidad de algunas vidas.